miércoles, 11 de febrero de 2015
Luis de Góngora : A Córdoba
¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
De honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!
¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
Tanto por plumas cuanto por espadas!
Si entre aquellas rüinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mío,
Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!
Obreros chinos descubren la tumba del odiado emperador Yang Guang
En China,los grandes hallazgos arqueológicos llegan por casualidad. Así aparecieron los guerreros de terracota de Xi’an, en 1974, cuando un grupo de agricultores excavaba un pozo. Y así salió a la luz el pasado domingo la tumba de uno de los emperadores más controvertidos de China, Yang Guang (596-618), cuando unos obreros preparaban un solar para la construcción de un edificio en Yangzhou, una ciudad de la provincia oriental de Jiangsu. Durante la excavación de los cimientos aparecieron unos extraños ladrillos, y, aunque en un primer momento los trabajadores no les dieron mayor importancia, el constructor decidió alertar a las Autoridades.
Arqueólogos chinos se desplazaron inmediatamente al lugar y, a pesar de que las inscripciones de la lápida no son claras, han confirmado que se trata del mausoleo del segundo -y último- representante de la dinastía Sui. La clave de su autenticidad está en los ideogramas en los que se lee daye 14 nian, que, según los historiadores, se refieren a la fecha en la que el emperador fue estrangulado por Yuwen Huaji, uno de los generales encargados de su seguridad. Yang gobernó entre los años 604 y 618, y es considerado un vil y megalómano tirano que ahogó a la población con impuestos para mantener su elevado nivel de vida e invertir ingentes sumas de dinero en infraestructuras como el Gran Canal o la Gran Muralla, que provocaron la bancarrota del país y el fin de la dinastía Sui.
Quizá por eso, su tumba no puede ser más austera. Ocupa solo 5,88 metros de largo y 4,98 metros de ancho, y está dividida en tres partes: la cámara destinada al féretro, unas estancias adyacentes, y los pasadizos que conectan todo el complejo fúnebre. A pesar de su reducido tamaño, y aunque ya había sido saqueada previamente, la tumba guardaba todavía objetos que demuestran el estatus del fallecido: un cinturón de oro y de jade, cuatro tiradores de cobre con forma de león -el animal que representaba a la dinastía Sui-, y una docena de vasijas que ya se están analizando.
“La tumba ni siquiera es tan lujosa como la de los hombres acaudalados de la época, seguramente debido a que la muerte de Yang fue súbita y se dio después de haber huido de las revueltas que los campesinos habían lanzado contra él”, explicó a la agencia de noticias Xinhua el director del Instituto de Arqueología de Yangzhou, Shu Jiaping.
Lo que no se han encontrado son los restos mortales del emperador. Ni su sarcófago. “No estamos todavía seguros de que sea la última sepultura del emperador, porque documentos históricos aseguran que se cambió de lugar en varias ocasiones”, reconoció Shu, que también apuntó a la posibilidad de que se hayan descompuesto por la humedad o hayan sido robados.
A pesar de la incertidumbre, el equipo de arqueólogos que trabaja ahora sobre una superficie de 30 metros cuadrados cree que al lado de tumba del emperador se encuentra la de su sexta esposa, la emperatriz Xiao, que falleció dos décadas después que él. Pero no será fácil abrirla. Su techo se encuentra en mal estado “porque sobre él se habían construido bloques residenciales”, y los científicos temen destrozar su interior.
Uno de los aspectos más curiosos de este descubrimiento es que deja en evidencia la falsedad del mausoleo que Yangzhou ya tenía dedicado al emperador Yang, situado a solo seis kilómetros de distancia, y que se dio por bueno durante la dinastía Qing (1644-1911). Con su arquitectura espectacular, y sus 30.000 metros cuadrados de superficie, era una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, y refleja la falta de profesionalidad de algunos científicos chinos.
“Hay demasiados objetos de interés en el país para tan poco personal cualificado que, además, trabaja bajo la presión de la industria turística, siempre necesitada de hallazgos históricos para sacar rendimiento”, comenta a EL PAÍS un profesor de Historia de la Universidad de Fudan, en Shanghái, que prefiere mantenerse en el anonimato. El de los guerreros de Xi’an es, sin duda, un ejemplo que todos querrían replicar. Allí continúan apareciendo nuevas figuras de terracota, y los científicos esperan a que la tecnología avance para entrar en el gigantesco mausoleo del primer emperador de China, Qin Shihuang, un complejo envuelto en misterio y leyenda que atrae a millones de turistas que dejan pingües beneficios.
“Espero que en Yangzhou también puedan utilizar la última tecnología disponible para descifrar el contenido de las inscripciones, que arrojará datos interesantes sobre el emperador, y quizá incluso la verdad sobre su muerte y enterramiento”. Sin embargo, el profesor de Fudan cree que el hallazgo de la tumba de Yang Guang es una mala noticia para las autoridades locales. “La falsa era mucho más atractiva. Será difícil convencer a los visitantes para visiten un montón de ladrillos viejos”.
Desconocidas en la Alhambra
Entre los muros de la aún misteriosa Alhambra de Granada
se fraguaron numerosos episodios de intrigas que las nuevas
investigaciones van desvelando paulatinamente. Algunos de esos estudios
concluyen que muchas de las mujeres de la dinastía nazarí (desde el
siglo XIII al XV) han permanecido relegadas al olvido, debido, entre
otras razones, al carácter masculino de la historiografía árabe
medieval. Ahora, las conspiraciones, rivalidades, influencias y
entresijos amorosos en la corte forman parte esencial de una
investigación que pretende desvelar la vida y personalidad de un grupo
de mujeres que tuvo poder en la época y a través de cuyos ojos se cuenta
por primera vez esta historia.
“En casi 260 años de monarquía nazarí, lo mismo que hubo hombres hubo mujeres y cada una tenía su linaje, su importancia. Y algunas jugaron papeles muy significativos”, explica María de Mar Villafranca, directora del Patronato de la Alhambra, que coedita con la Editorial Comares el estudio Las sultanas de la Alhambra. Las grandes desconocidas del reino nazarí de Granada (siglos XIII-XV), de la arabista Bárbara Boloix. Es un análisis desde la perspectiva científica que profundiza en la vida y relaciones de estas mujeres, sin olvidar a concubinas e hijas.
De las decenas que hay, y de las que da cuenta un detallado árbol genealógico, su autora destaca a tres con caracteres muy distintos. En primer lugar, a la sultana Fátima, que aunque nació en el siglo XIII, tuvo capital importancia en la vida política nazarí del XIV; posteriormente destaca a Rim, mujer ilegítima de Yusuf I. Y, por último, remarca por su delicadeza a Umm al-Fath, primera mujer de Mohamed IX El Zurdo, ya en el siglo XV.
Sin duda es Fátima, hermana, hija y nieta de reyes, la que alcanzó un estatus y un poder que ninguna princesa posterior igualó. Por su sangre nazarí, subió al trono su hijo Ismail I, aunque con ello usurpara en ese momento el poder a la rama legítima de los nazaríes, y después asumió la regencia de dos nietos. Además, el elogio fúnebre que el visir, cronista y secretario de la corte nazarí Ibn al Jatib le dedicó durante sus exequias en la Alhambra evidencia la inusual huella que dejó Fátima. “Eso fue algo totalmente excepcional para una mujer, ya que era un honor reservado al emir”, destaca Boloix.
La dignidad de Fátima contrasta con la avasalladora personalidad de Rim, una de las concubinas de Yusuf I, [hijo de Ismail I], que urdió una conspiración para acabar con el reinado de su hijastro, Mohamed V, para que fuera su primogénito, Ismail II, el que ocupara el trono. Robó el tesoro real y manipuló sus relaciones sociales y familiares para tramar el destronamiento. Así, no dudó, según las fuentes medievales árabes y cristianas, en concertar el matrimonio de una de sus hijas con el también manipulador Mohamed VI, de otra rama paralela a la dinastía Nazarí Ambos colaboraron en la inesperada toma de la Alhambra y deposición de Mohamed V, en agosto de 1359.
El caso de Rim no es tan conocido, pero ambos ponen en entredicho la autoridad masculina y reflejan la fortaleza de las mujeres, ya que el sultán debía ser hijo de sultán pero no tenía por qué ser de la primera mujer o de una legítima (hasta cuatro permitía el Islam frente a un número indefinido de concubinas). Hay más ejemplos de estas conspiraciones en el seno de la dinastía nazarí, como pudieron ser los forcejeos entre Aixa y Soraya, esposas de Muley Hacén, para asegurar cada una la preeminencia de sus respectivos hijos en el trono.
Y aunque la lucha por el poder y los matrimonios concertados fueron comunes, hay casos de relaciones delicadas. En este sentido, destaca en el siglo XV la primera mujer del emir Mohamed IX El Zurdo, Umm al-Fath. De ella dice el cronista Ibn Asim, quien le dedica un sorprendente relato, que era “pura, honesta, bienhechora, benéfica y limosnera”. “Había entre ambos más afecto y misericordia de los que suele poner Dios entre dos primos (…) él tenía influencia sobre ella y ella sobre él, por su sincera armonía, la perfecta acomodación...”
Entre otras aportaciones, el estudio revela alianzas matrimoniales de la estirpe nazarí con dinastías del norte de África y confirma la presencia de esclavas negras en la Alhambra.
“En casi 260 años de monarquía nazarí, lo mismo que hubo hombres hubo mujeres y cada una tenía su linaje, su importancia. Y algunas jugaron papeles muy significativos”, explica María de Mar Villafranca, directora del Patronato de la Alhambra, que coedita con la Editorial Comares el estudio Las sultanas de la Alhambra. Las grandes desconocidas del reino nazarí de Granada (siglos XIII-XV), de la arabista Bárbara Boloix. Es un análisis desde la perspectiva científica que profundiza en la vida y relaciones de estas mujeres, sin olvidar a concubinas e hijas.
De las decenas que hay, y de las que da cuenta un detallado árbol genealógico, su autora destaca a tres con caracteres muy distintos. En primer lugar, a la sultana Fátima, que aunque nació en el siglo XIII, tuvo capital importancia en la vida política nazarí del XIV; posteriormente destaca a Rim, mujer ilegítima de Yusuf I. Y, por último, remarca por su delicadeza a Umm al-Fath, primera mujer de Mohamed IX El Zurdo, ya en el siglo XV.
Sin duda es Fátima, hermana, hija y nieta de reyes, la que alcanzó un estatus y un poder que ninguna princesa posterior igualó. Por su sangre nazarí, subió al trono su hijo Ismail I, aunque con ello usurpara en ese momento el poder a la rama legítima de los nazaríes, y después asumió la regencia de dos nietos. Además, el elogio fúnebre que el visir, cronista y secretario de la corte nazarí Ibn al Jatib le dedicó durante sus exequias en la Alhambra evidencia la inusual huella que dejó Fátima. “Eso fue algo totalmente excepcional para una mujer, ya que era un honor reservado al emir”, destaca Boloix.
La dignidad de Fátima contrasta con la avasalladora personalidad de Rim, una de las concubinas de Yusuf I, [hijo de Ismail I], que urdió una conspiración para acabar con el reinado de su hijastro, Mohamed V, para que fuera su primogénito, Ismail II, el que ocupara el trono. Robó el tesoro real y manipuló sus relaciones sociales y familiares para tramar el destronamiento. Así, no dudó, según las fuentes medievales árabes y cristianas, en concertar el matrimonio de una de sus hijas con el también manipulador Mohamed VI, de otra rama paralela a la dinastía Nazarí Ambos colaboraron en la inesperada toma de la Alhambra y deposición de Mohamed V, en agosto de 1359.
El caso de Rim no es tan conocido, pero ambos ponen en entredicho la autoridad masculina y reflejan la fortaleza de las mujeres, ya que el sultán debía ser hijo de sultán pero no tenía por qué ser de la primera mujer o de una legítima (hasta cuatro permitía el Islam frente a un número indefinido de concubinas). Hay más ejemplos de estas conspiraciones en el seno de la dinastía nazarí, como pudieron ser los forcejeos entre Aixa y Soraya, esposas de Muley Hacén, para asegurar cada una la preeminencia de sus respectivos hijos en el trono.
Y aunque la lucha por el poder y los matrimonios concertados fueron comunes, hay casos de relaciones delicadas. En este sentido, destaca en el siglo XV la primera mujer del emir Mohamed IX El Zurdo, Umm al-Fath. De ella dice el cronista Ibn Asim, quien le dedica un sorprendente relato, que era “pura, honesta, bienhechora, benéfica y limosnera”. “Había entre ambos más afecto y misericordia de los que suele poner Dios entre dos primos (…) él tenía influencia sobre ella y ella sobre él, por su sincera armonía, la perfecta acomodación...”
Entre otras aportaciones, el estudio revela alianzas matrimoniales de la estirpe nazarí con dinastías del norte de África y confirma la presencia de esclavas negras en la Alhambra.
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