sala fría de los baños de Ronda, Málaga
Los baños árabes de Ronda, en la provincia de Málaga, son uno de mejor
conservados en la Península. Durante el período andalusí existió un sinfín
de ellos, tanto en las ciudades como en el medio rural, unos más modesto
s y otros espléndidos. A medida que el Islam se fue extendiendo, los árabes
fueron absorbiendo y desarrollando las técnicas propias de la cultura preexistente,
en este caso las termas romanas, dispersas a lo largo del mar Mediterráneo.
sala templada de los baños de Ronda, Málaga
El hammam es un baño de vapor de agua, de ahí que su estancia sea tan
placentera. Las paredes y el suelo llevaban conductos, tubos de cerámica, por donde pasaba
el agua que se calentaba en la zona de calderas alimentada con leña. Era una
sensación agradable pisar, con los pies descalzos, sobre el mármol o apoya
r la espalda en las paredes tibias.
Debemos imaginar el disfrute de los andalusíes en los baños a lo largo y ancho de
todo el territorio de al-Andalus y el mar Mediterráneo. El hammam era un lugar
de convivencia y común para las tres religiones, práctica habitual en al-Andalus y
criticado por los alfaquíes tal como indica el tratado de Ibn Abdun:
“un musulmán no debe dar masaje ni a un judío ni a un cristiano”.
Otra interesante crítica de Ibn Abdún es:
“… los bañeros, los masajistas y los barberos no deberán circular por la casa de baños
sino con calzones y zaragüelles...”
El poeta del siglo XI Ibn al-Mugallis escribió este poema acerca del ambiente en los baños:
“El hammam es un lugar en el que los hombres,
Reunidos, se parecen todos, ya sean criados,
Ya sean señores.
El hombre se codea con gente
Que no son sus amigos
Y su enemigo puede ser su compañero.”
En Ronda se sabe que existían al menos cuatro baños, sin embargo éste era el
más grande, situado extramuros de la ciudad, en un barrio con callejuelas y pequeñas
plazas con sus viviendas y talleres de artesanía, junto al arroyo de las Culebras y el río Guadalevín, con
lo cual tenía asegurada el abastecimiento de agua.
puente romano y antiguo acceso a Ronda andalusí
arroyo de las Culebras
El hammam de Ronda tiene la característica de haber sido construido junto a la puerta
más importante de la ciudad amurallada y el puente romano. Entre los siglos XIII y XIV Ronda pertenecía
al reino nazarí y era uno de los pasos obligados hacia el Estrecho y el Magreb, por lo que el trajín de viajeros y tropas era considerable, de ahí probablemente el valor de este hammam, dispuesto
en un lugar clave, con la idea de facilitar a los viajeros y soldados la posibilidad de un baño.
puente romano, acceso donde estaba la puerta y
los baños junto al arroyo.
La costumbre era que los hombres acudieran por las mañanas, mientras que las mujeres lo hacían por las tardes. Los baños se empleaban con fines religiosos, como la purificación y también jugaban una función social, como lugar de encuentro, de charla e incluso de negocio.
Ir al hammam supone seguir un ritual, que lleva su tiempo, atravesando una a una, sin prisa, las tres estancias cada cual con su función. Se accedía a un patio porticado con fuente en el centro, donde estaban las letrinas en un costado, había una zona de vestuario y sala de recepción (al-bait al-maslaj), luego se pasaba a la Sala fría (bait al-barid), que consistía en un rectángulo con pequeñas albercas con agua fría para reposar antes de proseguir hacia la sala templada (bait al-wastani). Finalmente disfrutar de la sala caliente (bait al-sajun) junto a la caldera. Como ven a medida que las salas se van alejando de la zona de la caldera, las salas se van enfriando.
letrinas de los baños
sala de recepción porticada
sala templada de los baños
El ciego de Tudela, poeta del siglo XI, expresó así el contraste del calor y el frío:
“¡Cuánto fulgor y cuánto esplendor tiene nuestro hammam!
Al verlo, se diría que es cosa de magia.
Es un refugio que reúne el agua y el fuego,
Como el corazón que encierra alegría y tristeza.”
…
“Agua y al mismo tiempo fuego abrasador,
Como el sol mientras cae la lluvia.
En el suelo, un mármol blanquea
Como la nieve en el momento
En que empieza a fundirse.”
caldera del baño, situado junto a la sala caliente
espacio por dónde se echaba leña para mantener el calor
canalización para el abastecimiento de agua
El personal del hammam velaba no sólo por el buen funcionamiento del baño sino también por el bienestar de los clientes, a los que lavaban y frotaban con fuerza con una esponja, para quitar la piel muerta. Después disfrutaban del deleite de un masaje reponedor con aceite de romero.
Las mujeres se depilaban empleando algo parecido al caramelo, que es una mezcla de azúcar con agua, se aplicaba sobre la piel en caliente para luego tirar extrayendo el vello con la raíz. Periódicamente se tintaban el pelo con henna y se perfilaban las cejas o se hacían la manicura. Para ellas suponía pasar una tarde con amigas, vecinas y familia en un entorno donde podían moverse con total libertad.
Aunque parece no ser el caso de Ronda, es interesante señalar que, las descripciones de los baños abundan en la poesía. Las menciones a estatuas de figuras humanas de origen romano o bien, pinturas murales con escenas báquicas o mosaicos romanos con figuras de peces. En Sevilla, por ejemplo, era famoso el hammam Sattara por una escultura romana de mujer.
Ibn Shuhayd, poeta también del siglo XI lo describe así:
más importante de la ciudad amurallada y el puente romano. Entre los siglos XIII y XIV Ronda pertenecía
al reino nazarí y era uno de los pasos obligados hacia el Estrecho y el Magreb, por lo que el trajín de viajeros y tropas era considerable, de ahí probablemente el valor de este hammam, dispuesto
en un lugar clave, con la idea de facilitar a los viajeros y soldados la posibilidad de un baño.
puente romano, acceso donde estaba la puerta y
los baños junto al arroyo.
La costumbre era que los hombres acudieran por las mañanas, mientras que las mujeres lo hacían por las tardes. Los baños se empleaban con fines religiosos, como la purificación y también jugaban una función social, como lugar de encuentro, de charla e incluso de negocio.
Ir al hammam supone seguir un ritual, que lleva su tiempo, atravesando una a una, sin prisa, las tres estancias cada cual con su función. Se accedía a un patio porticado con fuente en el centro, donde estaban las letrinas en un costado, había una zona de vestuario y sala de recepción (al-bait al-maslaj), luego se pasaba a la Sala fría (bait al-barid), que consistía en un rectángulo con pequeñas albercas con agua fría para reposar antes de proseguir hacia la sala templada (bait al-wastani). Finalmente disfrutar de la sala caliente (bait al-sajun) junto a la caldera. Como ven a medida que las salas se van alejando de la zona de la caldera, las salas se van enfriando.
letrinas de los baños
sala de recepción porticada
sala templada de los baños
El ciego de Tudela, poeta del siglo XI, expresó así el contraste del calor y el frío:
“¡Cuánto fulgor y cuánto esplendor tiene nuestro hammam!
Al verlo, se diría que es cosa de magia.
Es un refugio que reúne el agua y el fuego,
Como el corazón que encierra alegría y tristeza.”
…
“Agua y al mismo tiempo fuego abrasador,
Como el sol mientras cae la lluvia.
En el suelo, un mármol blanquea
Como la nieve en el momento
En que empieza a fundirse.”
caldera del baño, situado junto a la sala caliente
espacio por dónde se echaba leña para mantener el calor
canalización para el abastecimiento de agua
El personal del hammam velaba no sólo por el buen funcionamiento del baño sino también por el bienestar de los clientes, a los que lavaban y frotaban con fuerza con una esponja, para quitar la piel muerta. Después disfrutaban del deleite de un masaje reponedor con aceite de romero.
Las mujeres se depilaban empleando algo parecido al caramelo, que es una mezcla de azúcar con agua, se aplicaba sobre la piel en caliente para luego tirar extrayendo el vello con la raíz. Periódicamente se tintaban el pelo con henna y se perfilaban las cejas o se hacían la manicura. Para ellas suponía pasar una tarde con amigas, vecinas y familia en un entorno donde podían moverse con total libertad.
Aunque parece no ser el caso de Ronda, es interesante señalar que, las descripciones de los baños abundan en la poesía. Las menciones a estatuas de figuras humanas de origen romano o bien, pinturas murales con escenas báquicas o mosaicos romanos con figuras de peces. En Sevilla, por ejemplo, era famoso el hammam Sattara por una escultura romana de mujer.
Ibn Shuhayd, poeta también del siglo XI lo describe así:
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